EL DOLOR DE DIOS POR UN ALMA QUE MUERE SIN CRISTO
JT3 267 “Ni
siquiera un pajarillo cae al suelo sin que lo note el Padre. El odio de Satanás
contra Dios le induce a deleitarse en destruir hasta los animales.”
Un presentimiento de algo fatal invadió mi mente aquel día
14 de abril cuando abrí la puerta vieja del corral. Al mirar al final de la
estancia, pude notar pedazos de alas y patas por el suelo.
La última vez los había visto, juntitos, tratándose de
darse calor, había visto como bajo su madre asomaban su tierna cabecita, había contemplado
su nacimiento y hasta había ayudado a uno de ellos a nacer.
La sensibilidad ante los seres inferiores que Dios creo y
el gran cuidado paternal de él hacia estos seres nos llena de admiración, los
niños y adultos deberíamos cuidar de algún animal para conocer más del amante
cuidado de Dios.
Mis sentimientos se opacaron. Pensé en la terrible escena,
un animal había destruido aquellos pollitos. El mal, el dolor, la muerte, el
sufrimiento son el pan de cada día en este mundo. Satanás es el enemigo que
busca derrotarnos, matarnos, destruirnos, pero Dios nos ha dado vida en Jesús. Odio
a Satanás, odio el pecado, odio la muerte.
Pensé en Dios, cuanto sufre por las
tragedias que cada día, el enemigo causa no a unos pollos sino a el objeto más
grande de su amor, los humanos, cuanta devoción, cuanto cuidado, cuanto
alimento, cuanto ternura manifestado por Dios a una sola alma, a un solo ser, a
un mendigo, a un mal llamado desechable de la calle, y luego Dios ve su cuerpo
despedazado, sin ninguna esperanza de vida eterna, acabado y devorado por el
miserable león que lleva en sus dientes restos de carne de su víctima humana. Como
David, Dios llora por cada alma que no decidió salvarse. Y dice Pedro, Juan,
Marta, “¡Cuántas veces quise juntar a tus
hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! Mt
23:27.”
Cuando
uno se sienta ante un pollo azado, guisado, debería criarlo, desde que nace,
cuanto dolor sentiría deleitarse si es que puede ante su cadáver, y recordar,
todos el cuidado que debió tener para que llegase a ese tamaño, las
manifestaciones de inteligencia que vio desarrollar en él, la confianza que
manifestaba el animal por su amo, y aunque no le habla, le rodea y busca en ti
algo de alimento. M.C 243. “La
inteligencia desplegada por muchos animales se aproxima tanto a la de los humanos que es un
misterio. Los animales ven y oyen, aman, temen y padecen. Emplean sus
órganos con harta más fidelidad que muchos hombres. Manifiestan simpatía y
ternura para con sus compañeros que padecen. Muchos animales demuestran tener por quienes los cuida un cariño
muy superior al que manifiestan no pocos humanos. Experimentan un apego tal
para el hombre, que no desaparece sin gran dolor para ellos.
¿Qué hombre de corazón puede, después de
haber cuidado animales domésticos, mirar en sus ojos llenos de confianza y
afecto, luego entregarlos con gusto a la cuchilla del carnicero? ¿Cómo podrá
devorar su carne como si fuese exquisito bocado?”
La historia de los animales y el
afecto que le ponemos debe hacernos pensar, en que un niño, un adulto, un
joven, tienen un valor infinito, y con cuantas frecuencia tratamos mejor a los
animales y nos lamentamos por ellos que por las almas que están siendo
devoradas por Satanás, en la droga, el sexo y la violencia. Con cuanto temor deberías
cuidar nuestras palabras y actos para no herir a las almas que son las niñas de
sus ojos, si no cae un pájaro al suelo sin que Dios lo note, cuanto más llora
por un humano que es el objeto de su amor. Cuanto dolor causa en el corazón de
Dios el engaño a una joven, que deposita su confianza en un líder y este valiéndose
de su autoridad, la engaña y para siempre destruye su vida, el líder que seduce
a un niño o niña, manoseándola o incitándola a la droga o a la prostitución. Mejor
suerte corrieron aquellos pollitos que una niña destruida por un zorro humano.
Elena de White afirma que era mejor que tal niña o niño muriera que haber
corrido con esa terrible suerte de un miserable instrumento del que desea solo
matar y destruir vidas humanas.
Estos pensamientos de EGW me impresionaron
“Ev 481 El pensamiento de matar animales para comerlos es en sí mismo chocante. Si la
sensibilidad natural del hombre no hubiera sido pervertida por la complacencia
del apetito, los seres humanos no pensarían en comer la carne de los animales.” MC. 243. “Pensemos en la crueldad hacia los
animales que entraña la alimentación con carne, y en su efecto en quienes los
matan y en los que son testigos del trato que reciben. ¡Cuánto contribuye a
destruir la ternura con que deberíamos considerar a estos seres creados por
Dios!”
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