Meditación
sobre el arrepentimiento
El arrepentimiento
es un regalo de Dios, que hay que solicitar cada día.
Es una experiencia
que va en aumento y que finaliza cuando morimos, puesto que cada día hay
algunos elementos pecaminosos de nuestro carácter que vencer.
El arrepentimiento
es el resultado de amar tanto a Jesús que estoy dispuesto a morir por él, y esa
condición viene no por mi fuerza o poder, sino de la obra diaria de
arrepentimiento que produce el Espíritu cada momento en mi alma, ser y corazón.
El arrepentimiento
parte del Espíritu Santo y avanza hacia una semejanza a Cristo. Comienza con un
odio hacia lo malo, lo pecaminoso, lo que desagrada a Dios, y termina con un abandono
de eso que tanto amaba. El arrepentimiento es una transformación de Dios hacia
mi Corazón corrompido que me lleva a amar la oración, la lectura de su palabra,
la obra evangelizadora, y no busca la exaltación propia, sino el ocultarse en
Cristo para que el sea el exaltado no mis logros o blancos alcanzados.
El arrepentimiento
debe ser clamado, no es algo que yo produzco, es el fruto del Espíritu que
conduce al amor, el gozo, la paz, la paciencia, la fe, la mansedumbre, la temperancia.
Nadie podrá arrepentirse si no mira su vida ante la belleza de su carácter y la
santa ley, los 10 principios que me dicen cuanto he crecido y decrecido en el
arrepentimiento. No es la ley externa que me dice no mates, sino la interna que
me dice, no te enojes contra tu hermano. No es la ley externa que me dice no
adulteres, es la interna que me dice no mires a la mujer para pensar mal. El arrepentido
tiene pensamientos y palabras y actos que glorifican a Dios, su Orgullo se ha
depuesto, no piensa para si, no se deja llevar por impulsos, deseos sexuales,
emociones de fama y poder. No se resiente si no es elogiado o exaltado, no se
enferma si lo depusieron del cargo, no hace convenios con sus súbditos dándoles
prestaciones para luego cobrársela en las elecciones. El arrepentido solo vive
para servir a Dios y a los que más necesitan. El arrepentido no roba, no da
informes falsos, que quiere aparecer, no se trae a los mejores o amigazos para
que lo acompañen donde lo han nombrado. El arrepentido es diáfano, no le hace
la vida imposible a su superior ni a su inferior, no se confabula para tumbar
del cargo a quien no le parece. El arrepentido ora, llora ante Dios por los
males que ve en otros y en su iglesia. En fin, no estamos arrepentidos, solo
nos hemos hecho cristianos profesos, poco arrepentimiento poco poder, nada de
arrepentimiento nada de poder.